Automatización, Inteligencia Artificial y renta Básica universal: una discusión necesaria

 Automatización, Inteligencia Artificial y renta Básica universal: una discusión necesaria

La Renta Básica Universal (RBU) surge como una posible solución ante los desafíos que plantea la automatización y la inteligencia artificial (IA), pudiendo esta provocar desempleo y pobreza. La RBU, propuesta como un ingreso incondicional para todos los ciudadanos, busca reducir la pobreza, mejorar la calidad de vida y ofrecer un apoyo financiero a quienes pierdan sus empleos por la automatización y la inteligencia artificial.

Históricamente, han existido experimentos con versiones de la RBU, como el proyecto Mincome en Canadá y el piloto en Finlandia, que demostraron beneficios en bienestar y salud. Los defensores de la RBU, como Guy Standing, argumentan que esta política podría transformar la estructura económica, fomentando la libertad individual al permitir que las personas elijan trabajos que realmente desean realizar.

Entre las ventajas de la RBU destacan la reducción de la pobreza y la desigualdad, el estímulo económico a través del aumento del poder adquisitivo, y la eliminación de la “trampa de la pobreza”. Sin embargo, algunos críticos señalan que podría desincentivar el trabajo, provocar inflación y aumentar las diferencias de costos de vida entre regiones.

El financiamiento de la RBU es uno de los mayores desafíos. Se han propuesto soluciones como impuestos a las empresas que usan IA y robots, la reestructuración del sistema de bienestar social, y la implementación de impuestos progresivos o al consumo. Aunque la RBU podría ser clave en el futuro, su implementación requiere un debate político y social urgente ante el rápido avance de la automatización.

Millonarios de la tecnología en favor de la renta básica universal

Sam Altman, Cofundador de Chat-GPT

Elon Musk y Sam Altman (entre otros), dos influyentes figuras en el mundo de la tecnología, han expresado su apoyo a la Renta Básica Universal (RBU) como una respuesta a los desafíos que plantea la automatización y la inteligencia artificial (IA).

Sam Altman, cofundador de OpenAI, también ha defendido la RBU como una solución al impacto de la automatización en el empleo. Altman ha argumentado que la tecnología avanzará hasta el punto en que muchos trabajos tradicionales desaparecerán, y una RBU sería crucial para garantizar que las personas puedan vivir con dignidad en un futuro donde el trabajo tal como lo conocemos ya no sea la norma. Altman incluso ha financiado proyectos piloto para probar la viabilidad de la RBU, convencido de que esta política será una parte fundamental del futuro económico.

Las declaraciones de Altman refuerzan la idea de que la RBU no solo es una propuesta económica, sino también una medida necesaria para abordar los cambios sociales que traerá la revolución tecnológica, garantizando una red de seguridad para todos los ciudadanos.

JOHN MAYNARD KEYNES Y SU “SUEÑO”

John Maynard Keynes, economista británico

En su ensayo “Posibilidades económicas para nuestros nietos”, John Maynard Keynes predijo que el avance tecnológico aumentaría la productividad al punto de permitir que las personas trabajen menos horas sin sacrificar su bienestar económico. Keynes imaginaba un futuro en el que el progreso tecnológico reduciría la necesidad de trabajar, liberando tiempo para que los individuos se dedicaran a actividades creativas y de ocio, lo que mejoraría su calidad de vida.

En la actualidad, el influjo de la tecnología en el trabajo ha sido significativo, pero no ha llevado a la utopía de Keynes. En lugar de reducir la jornada laboral, la automatización y la inteligencia artificial han intensificado las tensiones económicas y sociales. Aunque la tecnología ha permitido grandes avances en eficiencia, también ha provocado el desplazamiento de trabajadores, especialmente en empleos rutinarios. Esto ha generado una mayor polarización económica y una creciente incertidumbre sobre el futuro del empleo.

El ideal de Keynes de una sociedad en la que el trabajo sea una elección más que una necesidad choca con la realidad actual, donde la tecnología a menudo beneficia desproporcionadamente a unos pocos. Sin embargo, su visión sigue siendo relevante como un recordatorio de que el progreso tecnológico debe estar acompañado de políticas que garanticen una distribución justa de sus beneficios. Esto puede incluir la implementación de medidas como la renta básica universal, que asegure que el avance tecnológico sea una fuerza liberadora y no una causa de mayor desigualdad.

TECNOFEUDALISMO

Yanis Varoufakis, ex ministro de finanzas de Grecia y autor del libro tecnofeudalismo

En su libro “Technofeudalism”, Yanis Varoufakis plantea una visión crítica sobre el impacto de la tecnología en la economía y la sociedad, sugiriendo que en lugar de llevarnos a un capitalismo más avanzado, la revolución tecnológica está creando una nueva era de “tecnofeudalismo”. Este concepto sugiere que las grandes plataformas tecnológicas y las corporaciones que controlan los datos están monopolizando el poder económico, transformando la estructura económica en algo más parecido al feudalismo, donde una élite tecnológica controla gran parte de la riqueza y las oportunidades, mientras que la mayoría de la población queda relegada a una posición de dependencia y precariedad.

Contrastando esta tesis con la visión optimista de John Maynard Keynes sobre el futuro del trabajo y las propuestas de la renta básica universal (RBU), surgen diferencias profundas en cuanto al destino de la sociedad bajo la influencia de la tecnología. Keynes, en su ensayo “Posibilidades económicas para nuestros nietos”, imaginaba un futuro donde la tecnología reduciría la necesidad de trabajar, liberando a las personas para disfrutar del ocio y el desarrollo personal. En línea con esto, defensores contemporáneos de la RBU, como Sam Altman, argumentan que esta política podría proporcionar una red de seguridad en un mundo donde la automatización podría eliminar muchos trabajos tradicionales.

Sin embargo, Varoufakis argumenta que la realidad actual del avance tecnológico no está llevando a una mayor libertad o a un reparto más equitativo de la riqueza, sino a un escenario donde las grandes empresas tecnológicas acumulan un poder desmedido. En lugar de liberar a los trabajadores, la tecnología podría estar profundizando las desigualdades, consolidando una nueva clase dominante que, a través del control de datos y plataformas digitales, subyuga a la mayoría de la población a trabajos precarios o directamente a la exclusión del sistema económico.

Este contraste sugiere un futuro distópico en el que, si no se toman medidas correctivas significativas, la sociedad podría estar más dividida que nunca. En lugar de una utopía tecnológica en la que todos se beneficien del progreso, podríamos estar avanzando hacia una realidad donde una pequeña élite tecnológica ostenta el poder y la riqueza, mientras el resto de la población queda atrapada en condiciones de trabajo inseguras y de bajo nivel o, en el peor de los casos, fuera del sistema económico formal. Este tecnofeudalismo podría socavar la democracia y perpetuar la desigualdad, alejándonos del ideal keynesiano de una vida más plena y libre.

Por lo tanto, la discusión sobre la renta básica universal y otras medidas redistributivas adquiere aún más urgencia en el contexto de la advertencia de Varoufakis. Estas políticas no solo serían un paliativo ante la disrupción tecnológica, sino una necesidad para evitar que la sociedad caiga en un nuevo tipo de feudalismo digital, donde la libertad económica esté fuera del alcance de la mayoría.

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